La reconocida revista Scientifican American publicó un artículo que pretende explicar la siguiente paradoja: en la época de la hiperconectividad, cuando cada vez tenemos más equipos que permiten leer y se cuenta con acceso a bibliotecas enteras en formato electrónico, muchos siguen prefiriendo el papel. El libro tradicional, la revista, el diario, siguen siendo favoritos.
"Muchos trabajos hablan de que en pantalla se lee más lentamente y, además, se recuerda menos. Hay 'fisicabilidad' en la lectura", dice Maryanne Wolf de la Universidad de Tufts. "Las personas necesitan sentir el papel al leer, el cerebro lo pide inconscientemente".
El cerebro humano puede percibir un texto en su totalidad como una especie de paisaje físico. Cuando se lee, se construye una representación mental del texto. La naturaleza exacta de tales representaciones permanece clara, pero algunos investigadores creen que son similares a un mapa mental que el hombre crea de un terreno, como montañas y ciudades, y de espacios físicos de interior, tales como departamentos y oficinas.
En paralelo, en la mayoría de los casos, los libros de papel tienen una topografía más evidente que el texto en pantalla. Un libro de papel abierto presenta dos dominios claramente definidos: páginas de izquierda y derecha y un total de ocho esquinas en las que uno se orienta. Al pasar las páginas de un libro de papel se realiza una actividad similar a dejar una huella tras otra por un sendero, hay un ritmo y un registro visible del transcurrir de las hojas. Todas estas características permiten formar un mapa mental, coherente, del texto.
En contraste, la mayoría de los dispositivos digitales interfieren con la navegación intuitiva de un texto y a pesar de que los e-readers (libros electrónicos) y tabletas replican el modelo de páginas, estas son efímeras. Una vez leídas, esas páginas se desvanecen.
Investigadores están de acuerdo con que la lectura basada en pantallas puede empeorar la comprensión, ya que es mentalmente más exigente e, incluso, físicamente más cansadora que la lectura en papel.
Muchas personas aseguran que cuando realmente quieren centrarse en un texto, lo leen en papel. Encuestas e informes sobre los consumidores sugieren que los aspectos sensoriales de la lectura en papel importan a la gente más de lo que cabría suponer: la sensación de papel y tinta; la opción de suavizar o doblar una página con los dedos, el sonido distintivo de pasar una página, la posibilidad de subrayar, de detenerse y tomar nota, hacen que se elija más el papel. Para compensar este déficit sensorial, muchos diseñadores digitales tratan de hacer que la experiencia de los lectores electrónicos esté tan cerca de la lectura en formato de papel como sea posible.
La composición de la tinta electrónica se asemeja a la química típica de la tinta, y el diseño sencillo de la pantalla del Kindle se parece mucho a una página en un libro de papel. Sin embargo, estos esfuerzos –que fueron replicados por su competidora Apple iBooks– hasta ahora tienen más efectos estéticos que prácticos.
Y aunque es probable que el organismo de los nuevos nativos digitales cree otras redes neuronales que les permitan preferir lo electrónico al papel, por ahora el resto de la población sigue prefiriendo el contacto con las históricas hojas.
FUENTE: La Voz
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