La escritora Isabel Acuña finalmente le puso título a su próximo libro. Tras barajar dos opciones, la colombiana se ha decantado por "Giros del destino", alegando que el destino "hará de las suyas" con los protagonistas de esta novela.
Aunque todavía se desconoce la sinopsis, portada y fecha de publicación, la autora compartió en Facebook con sus lectores un fragmento de esta nueva historia, el cual les dejamos bajo estas líneas:
"Gabriela había salido a cenar con Ian Jackson, estaban en un restaurante de moda en la zona de Waterfront cercana al río Charles. El lugar era exclusivo y refinado, nada de lo que había conocido de Ian le decía que disfrutara de ese tipo de lugares, agradeció el haberse vestido de manera formal, desde lo ocurrido no le preocupaba mucho su atuendo y apariencia, cuando se citaba con Adrián vestía informal, eso sí, la lencería era otra cosa. Esa noche se había esmerado en su arreglo, llevaba un abrigo negro y debajo un vestido talego azul oscuro, se había maquillado con labial rojo y lucía el cabello liso; en conjunto con el atuendo llevaba zapatos negros, altos y de tacón delgado. Al entrar al restaurante varias cabezas voltearon a mirarla. Ian le recibió el abrigo, le rozó la piel de los hombros, pero esa tibia caricia no le causó lo que le causaba un solo toque de Adrián. No quería pensar en él, se habían despedido molestos desde el último encuentro, él deseaba otro tipo de relación y ella no estaba segura de querer intentarlo, en los días más duros de la pena, se había dicho que no volvería a confiar en nadie más. El resentimiento todavía era palpable en los dos, el dolor estaba aún en carne viva, lo habían tratado con paliativos que habían disimulado la herida, nada más ¿Qué tipo de relación podría avanzar sobre unas bases tan débiles? A lo mejor era el momento de terminarlo se dijo mientras Ian le comentaba el último título leído. Un cosquilleo extraño la asaltó, como si tuviera unos ojos fijos en ella, miró a lado y lado y no vio a nadie, a lo mejor eran imaginaciones suyas.
Adrian Cameron cenaba con su socio y un par de ejecutivos de la empresa, deseaba limar asperezas, sabía que se había portado como un cabrón con sus empleados en los meses anteriores e hizo el ejercicio mental de cambiar esa actitud. Hacía tres días no hablaba con Gabriela, él tenía su orgullo y no la iba a llamar por lo menos hasta aquietar esa sensación que lo invadía respecto a ella, necesitaba poner en perspectiva esa relación y dejarlo como lo que era, sexo sanador. “El mejor sexo que has tenido en tu jodida vida”, le dijo su voz interior al oído. En cuanto el mesero tomó el pedido y el sommelier llegó con el vino y les sirvió, los dejó solos, desvió la vista y el corazón empezó a batir contra sus costillas, no entendía como sus amigos no lo escuchaban. Gabriela Rivera acababa de entrar al restaurante y estaba hermosísima. No supo que lo impresionó más, el que estuviera acompañada de un hombre o que tuviera los labios pintados de un color rojo que no le había visto nunca.
-¿Qué pasa? –preguntó Brandon Cooper.
Adrián se obligó a reaccionar y tomó de su bebida.
-Nada, me pareció ver a alguien conocido.
-¿En serio? –preguntó David Cornell su colega y abogado mirando a lado y lado- Parece que hubieras visto un fantasma.
Ninguno reparó en ella. Adrián se obligó a sonreír mientras la fogata de los celos atizaba su interior y amenazaba con terminar convertida en una gran quema. Volvió a paladear el vino con unas ganas inmensas de tomarse un whisky, pero sus amigos se percatarían de que algo no andaba bien. La bebida dejó un regusto amargo en sus papilas. La luz indirecta le permitió observar los ángulos de la cara de Gabriela. Esos ojos que tenían el poder de hipnotizarlo, resaltaban sobre sus pómulos y la boca, Dios, la boca, de labios firmes con ese arco superior pronunciado que a él le encantaba devorar. El conjunto de luces y sombras, el maquillaje y el no saberla suya, le daban un aspecto, que él no había advertido antes. Sus delicados dedos jugaban con la copa de vino, se imaginaba lo que pensaba el tipo, por la manera codiciosa en que la miraba. La veía segura, altiva y tuvo la certeza que de los dos ella sería la primera en superarlo todo. Se sintió inseguro por primera vez en su vida y eso hizo que mirara al hombre que la acompañaba. Lo recordaba de algún lado, era casi tan joven como ella, de cabello rubio y ojos claros, no era muy alto. La manera en la que ella le sonreía le dio unas ganas inmensas de levantarse de la mesa y sacarla del lugar, llevarla al pequeño departamento que frecuentaban, tumbarla en esa cama y amarla hasta que se olvidara de cualquier otro con el que hubiera disfrutado. Después de que la pareja ordenó, Gabriela se levantó, el hombre le tocó la muñeca, ella le sonrió y le dijo algo que no entendió.
Adrián que ya veía rojo, se levantó también y caminó detrás de ella. En cuanto iba a entrar al baño de damas, él la interceptó y mirando otra puerta al fondo, la aferró del brazo y caminó a su lado.
-Tenemos que hablar –dijo con la respiración agitada y el corazón palpitando como el de un adolescente. La puerta estaba sin seguro, daba a una escalera, habían entrado a la cava de vinos.
-¿Qué haces? No podemos estar aquí.
-Me importa cinco. -La aferró de la muñeca y bajó detrás de él la escalera.
Las botellas de vino estaban ordenadas a lado y lado de la pared. No contaba con mucho tiempo, el sommelier volvería en cuestión de minutos dependiendo de la demanda, aunque vio varias botellas arriba seguro para evitar bajar cada rato, pero no podría asegurarlo.
-¿Quién es ese tipo?
Ella lo miró confusa. Él se acercó a ella y la arrinconó contra el primer espacio de pared ausente de botellas que encontró.
-Un excompañero de trabajo ¿por qué preguntas?
Le aferró el rostro con las dos manos, sus ojos mostraban una intensa emoción. Con los pulgares le acariciaba a lado y lado de la boca.
-Nunca te había visto así. –señaló confuso por las sensaciones que lo invadían y que no le gustaban, celoso porque nunca se había arreglado así para él y excitado porque su aroma lo invadía todo y se elevaba por encima del olor amaderado y refinado de la bodega.
Ella vio necesidad en sus ojos, necesidad de aceptación, de ternura, de entrega.
-Adrián…No hemos hecho muchas cosas.
-No quieres.
Ella negó con la cabeza y él vio su mirada más profunda, sus ojos más grandes, magnéticos.
-No quiero arruinarlo y que la rutina nos haga daño.
Él la soltó, se puso una mano en la cintura y caminó unos pasos.
-¿Es eso? Tienes el jodido temor de repetir la historia, pues yo también, estoy celoso e inseguro –volvió a ella y la abrazó-, celoso de ver que te sientas en un restaurante con alguien que no soy yo, le sonríes a otro, ¿con qué derecho te tocó? –Al ver que ella fruncía el ceño, él podía adivinar lo que pensaba-. Llámame lo que quieras pero así me siento y no me voy a disculpar.
Le acarició el pelo y enterró la cara en la masa ondulante.
¿Ansiosos por leer lo nuevo de Isabel Acuña?—Oh, Dios —musitó con una voz ronca y sofocada".
Hola soy nueva en tu blog y me ha gustado bastante
ResponderEliminarNunca había oído hablar de este próximo libro!!
Gracias por compartir el adelanto
Nos leemos ����
Mi blog es:
https://kahlobooks.blogspot.mx/?m=1