Don se desplaza desde su Alemania natal a Cornualles para, en su calidad de ingeniero, dirigir la naviera de un amigo de su padre. Este hombre ha sido para él también como un padre y a lo largo de los años, en sus frecuentes visitas a su país, le ha hablado de sus tres hijas. Don siempre ha sentido admiración por Karin, la más atrevida y valiente de las tres, la que siempre aparecía en las fotos con las rodillas despellejadas... la que se subía a los árboles...
Cuando llega a su destino se la encuentra convertida en una preciosa e inteligente mujer, atípica quizá, pero no menos intrépida, que recorre el mundo micrófono en mano metiéndose en los conflictos más peliagudos para hacer documentales de denuncia. Su admiración no hace más que aumentar hasta convertirse en algo más.
Es imposible no enamorarse de los protagonistas de Ana. Sus heroínas son tan reales, normales.
Esta novela atrapa, es divertida y aunque es un poco extensa en páginas, es muy ligera en historia, y tiene giros que hacen imposible dejar de leerla.
Enamorada de Don e impresionada con Karin, la chica que subía a los árboles.
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